Opinión y análisis

En el año 2000 las megaelecciones no fueron “el 28, el 28, el 28” sino el 30 de julio

Andrés Cañizález

El estribillo “el 28, el 28, el 28” que seguramente es familiar para cualquier venezolano por encima de los 50 años, data del año 2000. Las megaelecciones que venía impulsando con su discurso y acción desde las instituciones, un Hugo Chávez que apostaba a copar el poder, no se realizaron el 28 de mayo como originalmente estaba planeado, sino que tuvieron lugar dos meses después del 30 de julio de 2000.

Si la elección de Chávez en diciembre de 1998 como presidente significó el fin de una era, la de la vieja política que protagonizaron principalmente Acción Democrática y Copei tras el fin de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez al iniciarse 1958, el triunfo del “comandante” -como se le llamaba de forma recurrente entonces- en julio de 2000 marcó un parteaguas.

Con los votos mayoritarios, la Revolución Bolivariana se hacía del poder en varias instancias y dimensiones. Comenzaba, en verdad, la construcción de un modelo hegemónico que giraba exclusivamente en torno a la figura de un hombre.

Aunque hubo razones técnicas, por la complejidad de hacer una elección en la que se iban a legitimar todos los poderes, que había sido el leitmotiv de Chávez tras la aprobación de una nueva Constitución en diciembre de 1999, no puede descartarse la naturaleza política en el fondo de aquella decisión (inédita) de cambiar la fecha de una elección en Venezuela.

Como analizaban poco después de los comicios los estudiosos de opinión pública, Giovanbatista Galizia y Pasquale Nicodemo, Chávez obtuvo mejores resultados en votos y en poder conquistado con el cambio de la fecha de estas cruciales elecciones, las primeras del siglo XXI venezolano.

El 30 de julio de 2000 Chávez obtuvo un sólido 56% de votos contra 34% de quien había sido su compañero de armas, Francisco Arias Cárdenas. Para Galizia y Nicodemo, que realizaron encuestas periódicas a lo largo de aquel año 2000, nunca estuvo en peligro la presidencia de Chávez.

El clima mayoritario de opinión pública le era favorable y queda sintetizado en esta frase previa a las elecciones: para el 53% de los consultados “el único que puede realizar los cambios que requiere el país es Hugo Chávez”.

Apenas se suspendieron las elecciones en mayo y se reprogramaron para dos meses después, Chávez se metió de lleno en una gira de medios: radio y televisión. Mientras, en la revista SIC de junio de 2000 advertían cómo Arias Cárdenas parecía desaparecer y estar desatinado, perdiendo lo que pudo haber sido su momentum.

Los encuestadores apuntan otro dato. Pese a que en la agenda informativa nacional predominaban las noticias negativas sobre la situación nacional, entre los venezolanos prevalecían, de forma amplia, las expectativas positivas para el futuro. Ese clima favorable terminó de inclinar la balanza a favor del presidente que apostaba a su relegitimación, y la alcanzó.

Otro dato no menor es cómo el cambio de fecha le dio un triunfo más holgado a Chávez. Si las elecciones se hubiesen efectuado el 28 de mayo, según estudios de Galizia y Nicodemo la diferencia habría sido de solamente 8% (Arias Cárdenas y 48% Chávez), al final con las elecciones efectuadas el 30 de julio la diferencia definitiva fue de 22 puntos por la combinación de un mejor posicionamiento público de Chávez y un achicamiento de la imagen de Arias Cárdenas.

En aquella campaña, el presidente lanzó como eslogan la frase “Con Chávez manda el pueblo”; era percibido, de forma mayoritaria, como “el candidato de los pobres”; el exgobernador del Zulia y figura central también en la intentona golpista del 4 de febrero de 1992, en cambio, se le veía como un candidato más cercano a los grupos de poder económico.

El politólogo y estudioso del sistema político venezolano Humberto Njaim revisaba que con el cambio de fecha, el naciente chavismo aumentaba de forma importante su presencia en el número de bancadas en la Asamblea Nacional, así como en gobernaciones. En aquel 2000, “la oposición tenía tanta representación en el parlamento como para hacerse notar, pero no lo suficiente como para disuadir el proyecto de concentración de poder” que encarnaba Hugo Chávez y su proyecto al inicio del siglo XXI.

En esa misma tónica, el jesuita José Virtuoso, quien entonces dirigía el Centro Gumilla, cuestiona en julio de 2000 la incapacidad del chavismo y de su líder de hacer política en un contexto democrático: “el presidente Chávez ha mostrado una gran incapacidad para la función política primordial de ganar aliados y sostener las alianzas logradas”. De la campaña electoral de aquel año, Virtuoso, quien fue rector de la Universidad Católica Andrés Bello desde 2010 hasta su muerte en 2022, cuestionaría que “se evidenciaron una serie de ataques injustificados a todos aquellos sectores que disentían con la política oficialista”.

El triunfo en las urnas tan amplio, en esas megaelecciones, iniciaba una nueva etapa histórica en Venezuela, “una fase de mayor hegemonización política”, según Njaim. En esa nueva fase de la vida nacional, como lo indicaba el sociólogo Rolando Díaz, no sólo se buscaba la derrota política y aniquilación simbólica de la vieja política que representada en AD y Copei, sino que por extensión también se buscaba el control social en otras instancias de la vida asociativa de Venezuela: “para este gobierno el mejor sindicato es el que no existe”.

No existía en aquel 2000, época temprana para el naciente chavismo en el poder, “un proyecto de país” como sostenía Virtuoso, sino un afán de copar las instituciones como modelo hegemónico. Era evidente, para el jesuita y politólogo, que el gobierno de Chávez ahora relegitimado no tenía la capacidad y voluntad para construir un proyecto de país “en el que se concretaran las aspiraciones de los venezolanos y las buenas intenciones del presidente”.

Había, al contrario, en aquel primer tramo del gobierno del “comandante”, una ausencia de trabajo en equipo entre el alto gobierno y una continua militarización de las funciones públicas, a lo que se sumaba una evidente inexperiencia de la mayor parte de los funcionarios. Todo ello terminaba, de acuerdo con Virtuoso, por conjugarse en una brecha entre “el discurso transformador” del presidente Chávez y “cambios reales en la vida de la gente y del país”.

@infocracia

Fuentes
Díaz, Rolando (2000). “Sindicatos y nuevo escenario político en Venezuela”. En: Nueva Sociedad. N° 169. pp. 153-161.

Galizia, Giovanbatista y Nicodemo, Pasquale (2000). “¿Cómo se relegitimó el presidente Hugo Chávez?”. En: SIC. N° 628. pp. 343-347.  

Njaim, Humberto (2000). “Para recordar la primera campaña electoral del 2000”. En: SIC. N° 628. pp. 352-353.

Virtuoso, José (2000). “A la Revolución le hace falta política”. En: SIC. N° 626. pp. 251-252.

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